
Cuando la música es espejo, comunidad y salvación: el camino de Juan López
“Mi tío se compró una batería y fue como: guau, ¿qué es esto?”, recuerda Juan López al evocar su infancia. Ese instante lo cambió todo. Tenía apenas nueve o diez años y, sin saberlo, s...
“Mi tío se compró una batería y fue como: guau, ¿qué es esto?”, recuerda Juan López al evocar su infancia. Ese instante lo cambió todo. Tenía apenas nueve o diez años y, sin saberlo, se enfrentaba a un objeto que sería brújula de vida.
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Mientras su hermano exploraba el teclado en el conservatorio y sus primos aprendían guitarra, él quedaba fuera de la habitación donde se cocinaban las primeras zapadas. “Me acuerdo de estar en la cocina diciendo: la puta madre, qué ganas de estar yo ahí tocando”. Esa exclusión lo empujó a buscar su propio lugar.
La música pesada terminó de sellar la huella. Slipknot, Sepultura, Korn irrumpieron en su vida de niño. “Slipknot fue la primera banda que me volvió loco. Me hice fanático, veía todos los videos. Creo que el puntapié para empezar a hacer música fue Slipknot… y la batería de mi tío que yo no podía tocar”.
Los tropiezos del autodidactaSus primeros pasos fueron caóticos. “Mi hermano me enseñó un día a tocar la guitarra y no aprendí nada. Me dijo: vos no vas a poder. Entonces agarré la guitarra y empecé a tocar cualquier cosa”. Ese impulso rebelde inauguró una trayectoria autodidacta.
De la guitarra pasó a la batería, siempre a los tropiezos, hasta que la práctica constante lo fue moldeando. “Después de tanto tiempo de hacer cualquier cosa, de repente me empecé a ordenar y aprender pequeñas cosas, y eso me ayudó a mejorar y después hacerlo en serio”.
También descubrió que la música no era solo sonido. “Lo visual siempre fue elemental para mí. La música me entra primero por los ojos que por los oídos. Si algo no me gusta visualmente, probablemente no lo escuche”. Aquella impronta teatral del metal en vivo dejó una huella que hoy se nota en cada uno de sus shows.
Filosofía del hacerLo que nunca abandonó es la ética del hazlo tú mismo. “En mi música hay mucha responsabilidad de que son canciones que hago en mi pieza. Capaz las hago sin pensar tanto, y después digo: bueno, esto ya es una obra. Ese espíritu de hacerlo uno mismo está siempre presente”.
El tiempo le dio madurez: “Hoy ya no soy un chico copiando estilos. Soy Juan López, y todo lo que me marcó en la vida lo transformo en algo positivo”.
Esa búsqueda también se plasmó en sus discos. CULIADO fue un torbellino de colaboraciones y catarsis; un proyecto marcado por la infancia y el desparpajo. En cambio, Álbum Negro nació de un proceso mucho más íntimo. “Un día hice ‘Intoxicado’ con amigos en un estudio. Yo no tenía ganas de hacer nada, pero esa canción me remotivó. Y de repente ya tenía cuatro temas, después siete, después nueve… y dije: no, esto no es un EP, esto es un disco nuevo”.
Canciones como espejoSi algo distingue al nuevo álbum es su profundidad emocional. “Me di cuenta de que quería hacer algo más significativo para mi vida. No buscaba un concepto teatral, sino canciones que hablen de cómo yo me siento, y que ojalá le sirvan a la gente”.
El impacto fue inmediato. “Un chico se me acercó en el parque y me dijo: me gusta tu música, cuando la escucho me hace reflexionar. Fue como wow, acá hay algo. Capaz yo pienso: ¿a quién le va a interesar lo que cuento de mi vida? Pero al final ayuda a otros”.
Esa capacidad de tocar fibras ajenas lo confirma en su camino: “Para mí, que a alguien le sirva para pasar un momento o reflexionar, ya es un triunfo”.
Vivir entre la asfixia y el refugioJuan López vive entre dos ciudades: Córdoba, donde está su familia, y Buenos Aires, donde trabaja. En ese contraste se filtra su música. “Acá encontré oportunidades, pero allá está lo importante. Me he perdido cumpleaños, despedidas, incluso funerales… trato de encontrar un balance. A veces necesito volver, estar tranquilo, salir de toda esta boludez de producir y hacer música”.
Su obra respira esa tensión: la asfixia del presente y el refugio en lo esencial. Cuando se apagan las luces habla del amor como antídoto ante la frustración. “Lo que me sostiene es mi compañera y mis amigos. Todo lo significativo en mi vida nació gracias a la música: vínculos, proyectos, sueños”.
Y en esa confesión se asoma algo universal. Una generación entera comparte esa sensación de estar atrapada en un mundo donde el arte parece reducido a mercancía. “Cada vez se lo pone más difícil, todo es más superficial, como que lo importante es ser una estrella pop. Pero yo siento que la música tiene que ser otra cosa: una obra que acompañe, que sirva como guía en un momento determinado”.
Comunidad y futuroLa noción de comunidad no es un eslogan: es un modo de habitar el arte. “Lo que más me gusta de la música es viajar, conocer lugares y conectar con la gente. En Paraguay, por ejemplo, me hice muy amigo de Franco y de Culto Casero. Nos conocimos por la música, me quedé en su casa. A veces lo extraño. Eso es lo que me regala el arte: amigos en distintas partes del mundo”.
De ahí surge una certeza: la música, más allá de estilos y escenas, es un puente humano. “La idea es crear comunidad, aunque sea pequeña. Que funcione cuando haga falta. Que sea humano”.
Por eso su próximo show no es solo un espectáculo, sino un acto de presencia. “Vamos a presentar lo mejor de CULIADO y lo nuevo de Álbum Negro. Esta vez con banda completa. El show está increíble, la banda es talentosa y tengo muchas ganas de que llegue ya la semana que viene para tocar ahí”.
El arte como salvación compartidaAl final de la charla, López vuelve al origen de todo: ese deseo de entrar en la habitación cerrada donde sonaban guitarras y batería. Hoy no solo está dentro: invita a otros a pasar.
En un mundo que se vuelve cada vez más asfixiante, su propuesta es simple y poderosa: estar juntos. “El contacto humano es lo esencial. Conectar, conocernos, compartir. Esa es la misión”.
Y ahí reside la salvación: en la certeza de que el arte compartido —un disco, un concierto, una canción cantada en comunidad— puede sostenernos cuando la realidad amenaza con derrumbarnos.
Pop BrutoEl 20 de septiembre se celebrará en Voudevil la primera edición de Pop Bruto, un festival paraguayo dedicado a la música joven y alternativa que busca consolidarse como espacio de encuentro para artistas emergentes. El cartel está encabezado por El Culto Casero, referente del indie nacional, y el argentino Juan López, con su propuesta poética y sensible; a ellos se suman The Crayolas, 411Y y Mi Sueño Póstumo, proyectos locales con identidad sonora propia, además de Chico Plastic, una de las promesas más llamativas de la nueva escena musical paraguaya.